lunes, 28 de octubre de 2013

La sonrisa y la paz: La mejor medicina para el enfermo



"El Espíritu De Dios, el Señor, está sobre mí, porque me ungió para predicar buenas nuevas a los pobres. Me envió a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel" (Isaías 61:1).

Mientras contemplábamos la fiesta de celebración que se estaba llevando acabo en el bendecido campus Antillano donde más de diez almas entregaron sus vidas a Cristo Jesús por medio del bautismo, una hermosa joven se me acerca y me dice, “¿Qué estará pasando en el cielo en estos momentos?” “¿Será que Dios está saltando, aplaudiendo, o sonriendo por estas almas que están entregando sus vidas a Él? “¡Yo quiero ver esa escena!” me termina diciendo con mucho entusiasmo. Y seguramente sí, el Señor, tal y como lo dice las Escrituras, celebra junto con el cielo cada vez que un alma se arrepiente y entrega su vida a Él.

            Al esta dama hacerme esa pregunta acerca del gozo y júbilo de Dios, no pude dejar de pensar en aquellas personas, como las que se encuentran en un hospital, que están sufriendo por X o Y razón. Y me pregunté, “¿Cómo anivela el Señor estas dos emociones?” Porque ciertamente Él nos acompaña en cada sentimiento y emoción que cada uno de sus hijos siente. Así que el Espíritu Santo decide no contarme cómo Él anivela esos dos sentimientos, sino que sin vacilar nos lleva a esas camas de enfermedad para que experimente lo que Él experimenta.

PREDICANDO LAS BUENAS NUEVAS

            Por lo general, cuando se dice “predicar las buenas nuevas”, solemos pensar en el arrepentimiento de pecados y en el mensaje de salvación. Sin embargo, estas palabras abarcan mucho más –sonreír como Jesús lo hizo. Cinco jóvenes y este servidor se acomodaron al borde de la cama de Monsa; una anciana como de unos 70 años de edad. Y le predicamos sobre el león, el gallo, el macho cabrío, y el rey que está frente a su ejército, según Proverbios 30:29. Al són de la lectura y damas imitando el sonido de estos animales, aunque algunos sonidos parecían de animales también hospitalizados, la ancianita sonrió y rió junto con los 7 que la acompañaban. “¡Wow, Señor. Aquí también hay fiesta!”

VENDANDO A LOS QUEBRANTADOS DE CORAZON

            No obstante, en otra habitación se encontraba Don Luis y Doña Rosi. La habitación silenciosa, la mirada de Don Luis hacia la nada, y Doña Rosi con la mano en el pecho le daban permiso a la tristeza que se penetrara cada vez más en sus corazones con la llegada de la noticia que anunciaba, “tienes cáncer.” Un mensaje de paz era lo que sus corazones anhelaba. Y las profundas palabras de nuestro Maestro, “La paz os dejo. Mi paz os doy” (Juan 14:27), permitió que Su corazón y sus corazones fuesen cubiertos con las vendas de la paz que la tristeza había tocado.


            Al final del día, no pude comprender cómo Él anivela esas dos emociones. Pero sí pude entender dos cosas:

          1.     No se necesita ser un gran predicador para ministrar a estas almas. Simplemente tu disposición a servir, y Él te usará como embajador de los cielos.


          2.     ¡Fui convencido que Cristo viene pronto!

El Espíritu Santo está trabajando arduamente con cada uno de sus hijos para con la reconciliación con el Padre. Sus ojos no desean ver más enfermedades, tristezas y lágrimas. Él está listo para venir por Monsa, Luis y Rosa, y decirles, “levántate! Deja tu lecho y vente conmigo!

Proverbios 30:29 nos dice que el Rey va muy enaltecido frente a su ejército. ¿Eres tu parte de Su fuerza armada? Usa ese don que el Señor te ha bendecido, y ministra! Porque día grande viene y cerca está.



¡Bendiciones!