Creo en
Dios no porque alguien me enseño religión sino porque durante toda mi vida he
sentido Su presencia. Recuerdo muy bien cuando era pequeño y sufría de dolores
en mis piernas durante las noches. Mi tía Brendi oraba conmigo, y después de
darme un rosario me quedaba dormido. Recuerdo también cuando iba a la iglesia,
mi fiel bicicleta y yo, cantando himnos y coritos a todo pulmón. Por estas
memorias llego a la conclusión que este comportamiento no se enseña, sino que
se siente, se cree, y se vive.
La
iglesia no es algo a lo que yo asisto sino lo que soy, soy parte del cuerpo de
Cristo. Y con eso, por medio de tiempo y experiencias, he crecido en mi
relación con Él. Siempre he tenido mis altas y de la misma manera he tenido muchas
bajas. Aun así, el Señor me continua levantando con su poderosa mano y animando
para que siga adelante. Porque lo mejor está aún por venir, y que hay muchas
promesas que Él me quiere dar y muchos sueños los cuales quiere que sean una
realidad en mi vida. Sin embargo, hay veces que quiero tirar la toalla.
No sé
qué clase de cristiano eres y cuán fuerte es tu relación con Dios pero voy
asumir que no eres un niño en la fe. De hecho, este devocional va para aquellas
personas que ya han estado caminando con Cristo por un tiempo pero que en
algunas veces se sienten animados a abandonarlo todo, porque la vida no es tan
simple, algunas veces triste, y también confusa. Yo soy un hijo, siervo, y
ministro de Dios. Mi profesión y trabajo es de predicar la palabra. A eso me
dedico. Pero a pesar de ello también paso por valles en los cuales no veo nada
más que lo negativo, y me nacen deseos de tirar la toalla y abandonarlo todo. No
obstante, continúo renovando mis fuerzas en Jesús.
Transparencia y honestidad en nuestra relación con Dios
tiene infinitos beneficios. Quizá sea el ingrediente secreto en mi relación con
Jesús. Le he expresado mis disgustos, frustraciones, enojos, y tristezas. Aun
así, no importa que tan molesto yo esté, Dios siempre encuentra alguna manera de
inclinarse, hablar conmigo a mi nivel y en mi vocabulario de acuerdo a mi
entendimiento y mi fe. Esta mañana Él me compartió una Nota de Amor la cual deseo compartir contigo.
“Paciencia
es lo que necesitas ahora para que continúes haciendo la voluntad de Dios. Es
entonces cuando recibirás las promesas de Dios” Hebreos 10:36 (NLT).
Creo muy
fielmente en las palabras de Jeremías del capítulo 33:3 donde Dios promete
respondernos cuando le clamamos. Creo en un Dios que habla y guía. Él da
esperanza. Y esta esperanza nos da fuerzas para seguir adelante, fuerzas que
hacen posible levantar nuestros pies y caminar por la senda que nos llama
haciendo su voluntad. Porque el hacer su voluntad es para nuestro propio
beneficio ya que Él desea lo mejor de lo mejor para con sus hijos.
Dios te
ha dado una identidad, una personalidad. Mi deseo es que seas quien eres ante
la presencia de tu Señor. Sé honesto. Sé transparente. Abre tu corazón y sé tu
mismo. En esto alcanzaras momentos de intimidad con tu Creador, y en el proceso
serás transformado. Tu situación quizá no cambiará pero tú sí. Recuerda que la
misma agua hirviente que endurece el huevo ablanda la papa. Las
circunstancias no importan mucho. Eres tú el que importa. Eres tú quien Dios
quiere cambiar.
Bendiciones!
-Ptr. Sergio Ochaeta