Hay un
corito que últimamente ha cobrado un significado muy especial para mi; ha hecho
nido en lo profundo de mi pecho. Dice así:
“Desde el fondo del mar
Del más alto lugar
Del más hondo abismo
Te alabaré
Desde mi corazón
Fuerte o débil esté
Cada instante de mi vida
Con gozo yo diré
Que tu eres la roca eterna
Señor sobre el cielo y tierra
Tu eres Dios
Que toda criatura adore
Que toda nación se postre a ti
Señor, tu eres Dios.”
Uno de los secretos de la vida para ser feliz
es el de alabar a Dios en todo momento. ¿Qué difícil no? ¿Cómo alabar a Dios en
medio de la tempestad? ¿En medio de la angustia? ¿En medio de la prueba? Pero
quizá muchos de nosotros tenemos un concepto erróneo de lo que es alabar a
Dios.
En la Biblia se menciona más de 300 veces la
palabra “Adorar”, y el idioma Hebreo usa una cantidad de verbos para expresar
tal acción. Pero el verbo que más me llama la atención es el verbo “NAVAH” que
significa “Embellecer.” Toda declaración o acto que “embellezca” a Dios o el
nombre de Dios es un acto de adoración.
Al contemplar el inmenso océano y el oleaje
de la playa de Aguadilla, P.R. este fin de semana pasado, simplemente me quedé
sin palabras. Es inmenso, de colores inexplicables y lleno de criaturas que
nunca podremos identificar a su plenitud. Al responder al deseo de mi cuerpo de
nadar en sus tormentosas olas, me di cuenta en un momento que se me hacía muy
difícil regresar a la orilla de la playa. Sus olas me cubrían, la corriente me
jalaba, el miedo que un animal se me acercara también me atormentaba y por más
fuerte que nadara me parecía imposible regresar. Clamé a Dios, y Él me llevó a
territorio seguro.
Finalmente al salir después del arduo
trabajo, contemplé una vez más el tenebroso océano y no pude contener pensar en
la oración de Jonás.
“En mi angustia invoqué al Señor, y él me
oyó. Desde el seno del sepulcro clamé, y oíste mi voz. Me echaste en lo
profundo del mar. Me rodeó la corriente. Todas tus ondas y tus olas pasaron
sobre mí. Entonces pensé: ‘Estoy rechazado por ti’. Sin embargo, volveré a
mirar tu santo templo. Las aguas me rodearon por completo. Me rodeó el abismo,
y las algas enredaron mi cabeza. Cuando mi vida desfallecía en mí, me acordé
del Señor. Y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo. Los que
siguen a los ídolos ilusorios, pierden la gracia que podrían alcanzar. Pero
yo, con voz de alabanza, te ofreceré sacrificios. Pagaré lo que prometí. La
salvación viene del Señor” (Jonás 2:2-9).
No se
por cual angustia o sepulcro estés pasando o que profundidad del mar estés
situado. Quizá sientas que estás nadando contra la corriente y los problemas se
acumulan más y más. Probablemente te sientes rechazado por Él, y la obscuridad
del abismo donde te encuentras te impiden mirar aún la palma de tu mano.
Sin
embargo, te invito en que en tu angustia invoques al Señor porque te aseguro
que Él te escuchará. Ahí, desde ese sepulcro donde te encuentras, ¡Clama a tu
Dios! Y no dejes que el enemigo te engañe diciendo que has sido rechazado por
tu Salvador. ¡Acuérdate del Todopoderoso y EMBELLECE su Santo nombre! Y te
aseguro que veras la salvación de nuestro Creador.
Así que, adopta este corito, “Desde el fondo del
mar.” Y embellece su nombre ahí desde esas profundas aguas que te
encuentras. Porque recuerda que así como el Señor salvó a Jonás también lo hará
contigo.
Bendiciones!