“El amor es paciente y bondadoso.
El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No
exige que las cosas se hagan a su manera. No se irrita ni lleva un registro de
las ofensas recibidas. No se alegra de la injusticia sino que se alegra cuando
la verdad triunfa. El amor nunca se da por vencido, jamás pierde la
fe, siempre tiene esperanzas y se mantiene firme en toda circunstancia.” (1
Corintios 13:4-7).
Sus
canas nos dicen que ella es una mujer de experiencia. Al contemplar la niña de
sus ojos te das cuentan que están llenas de mil y una historias. Ella es la
persona la cual tu desearías sentarte, compartir una taza de chocolate
caliente, frente a la chimenea, en un frio invierno, en tu silla mecedora, y
escuchar sus anécdotas y experiencias de su juventud llenas de vida.
Su
cuerpo que envejece cada vez mas a sus 60 y pico de años, sus arrugas, y sus
ojos durmientes solamente despiertan en ti el deseo de darle un fuerte abrazo.
Su esposo la debe de amar hasta la muerte, dirías tu. Miré la foto de ella y su
esposo que cuelga en la pared de la sala de sus casa, y pensé, “Espero que mi
matrimonio sea así de duradero y feliz como el de esta pareja. Han de estar
casados por décadas.”
Pero
muy pocas cosas en la vida son lo que parecen. “Hemos estado casados
aproximadamente por 11 años”, dijo la anciana sonriente. “Pero el vive en su
casa y yo vivo aquí. El tiene su propio carro, y yo tengo el mío. El cocina su
propia comida, y yo cocina la mía. A el no le gusta lavar ni planchar la ropa,
así que yo se la lavo y plancho PERO le cobro. La cosa es, Sergio, que es
fastidioso tener una persona todo el tiempo, sabes?” Por un segundo la
comprendí completamente y estaba de acuerdo con ella –Enserio, algunas personas
simplemente fastidian mucho. Pero durante los próximos segundos pensé, “Pero el
es tu ESPOSO caray!”
“Están
peleados?” Pregunté. “No”, me respondió serenamente y con una sonrisa muy
peculiar. “Desde que nos casamos hemos vivido así. Nos vemos una o dos veces en la semana. El fin de semana nos vemos en la iglesia, almorzamos juntos, y en la
noche tenemos una cita amorosa. Eventualmente regresamos a mi apartamento y hacemos lo que toda pareja de casados hace.” Mi cuerpo se paralizó al escuchar
esto. Mis oídos no podían creer lo que oyeron, mi quijada decayó un poquito, ya
que mi mente estaba pensando algo que yo consideraría imposible que ellos podrían
llegar a realizar a su edad. Pero no hice ninguna pregunta ya que no quería
detalles; tragué saliva y me quedé en silencio.
Ella
continuó diciendo, “Tal vez miremos una película después, y al final de la
noche pues el se va de regreso a su casa. Esa es nuestra rutina usualmente.”
“Espera un segundo,” dije en mi mente. ¿Amigos con beneficios? ¿Todo los
beneficios pero nada de responsabilidad? ¿Y casados? Wow!”
“Es
mejor así, Sergio. Yo no tengo que lidiar con su mi**da ni el con la mía." La
verdad es que no se si estaba hablando metafóricamente o literalmente, pero una
vez mas me, trague saliva, y me quede en silencio. “En fin, los dos estamos
felices así.”
No pude
contener y pensar que tan similar es la relación de esta pareja, y nuestra
relación con Dios. Nosotros lo miramos, lo conocimos, nos gustó, nos
“enamoramos” de El, y nos casamos con El por medio del bautismo, pero ni a la
luna de miel nos fuimos con El. De hecho, cuando le pregunte a mi querida amiga
sobre su luna de miel, ella me respondió, “¿Luna de miel? ¿Que es eso?” A
continuación de su respuesta me pareció que se rió conmigo a carcajadas como no
lo había hecho por un buen tiempo.
Así que después de la boda nos fuimos cada quien a nuestros respectivos hogares. Dios se fue al cielo, y nosotros a nuestra casa. Y a pesar que no pasamos mucho tiempo con el durante la semana, hacemos planes y separamos un día entero del fin de semana para pasarlo con el. Pero en vez de que el venga a nuestra casa, nosotros vamos a la suya. Le cantamos, le sonreímos, escuchamos Su palabra, y hasta compartimos un almuerzo juntos. En la tarde quizá nos tomamos un descansito y nos tomamos una siesta.
Así que después de la boda nos fuimos cada quien a nuestros respectivos hogares. Dios se fue al cielo, y nosotros a nuestra casa. Y a pesar que no pasamos mucho tiempo con el durante la semana, hacemos planes y separamos un día entero del fin de semana para pasarlo con el. Pero en vez de que el venga a nuestra casa, nosotros vamos a la suya. Le cantamos, le sonreímos, escuchamos Su palabra, y hasta compartimos un almuerzo juntos. En la tarde quizá nos tomamos un descansito y nos tomamos una siesta.
En la
noche salimos en una cita amorosa con el. Quizá nos vallamos a un lugar donde
apreciamos la puesta del sol. Le sonreímos, le damos un fuerte abrazo, y
decimos nuestros “adioses” diciendo, “Ha sido un día extraordinario! Te veo el
próximo fin de semana!”
El te
abraza, y te susurra, “Te… Amo… Tanto…”
Quizá
los ángeles son testigos, una vez mas, de aquella lagrima que roda por su
rostro…
Ahora te pregunto yo a ti, mi querido lector...
¿Qué
clase de matrimonio quieres con Dios? ¿Qué clase de relación tienes con Jesús?
¿Cuánto realmente amas a tu Creador? ¿Cuánto tiempo en la semana pasas con El?
Las
cinco vírgenes que no pudieron entrar en las bodas con el novio, que la Biblia
menciona en Mateo 25, por una simple razón: ¡El novio no las
conocía!
¿Y tu? ¿Conoces a Dios?
¿Quieres
ser simplemente amigos con beneficios con Dios?
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